El Salón de los Rechazados es un proyecto de Nicolás Martella que tiene como fin dar a conocer las reservas de obras remanentes que se acumularon en el Palais de Glace desde su creación. Su principal fuente de alimentación han sido las producciones visuales abandonadas por sus dueñxs al ser rechazadas por el Salón Nacional de Artes Visuales.
Hasta el año 2014 la presentación para participar del SNAV se realizaba físicamente. Lxs artistas de todo el país debían llevar sus obras ─con el costo económico que eso implicaba─ hasta la sede del Palais, donde se las catalogaba con un papel en el dorso donde luego se asentaba una “A” para las aceptadas y una “R” para las rechazadas. Así el jurado seleccionaba las piezas que formarían parte de la exhibición que se realiza todos los años desde 1911. Más de 1500 obras conformaban hasta 2017 el acervo de remanentes que nadie retiró jamás ─fundamentalmente constituido por piezas rechazadas del SNAV y en ínfima medida por obras exhibidas en otras muestras de la institución─, número que incluso superaba con creces el patrimonio de la colección del Palais. Ese año la institución llevó a cabo una selección y depuración final de esos remanentes para su posible patrimonialización, y ese es el conjunto de piezas con el que hoy contamos para exhibir en este Salón de los Rechazados.
Desde su creación, el Salón Nacional ha sido un factor central en la configuración del sistema de artes visuales del país. La inclusión y la premiación de artistas en sus sucesivas ediciones fueron moldeando una idea de arte argentino y definiendo un modelo de producción en las artes visuales. Como bien señala Diana Wechsler en la edición del Centenario del SNAV, la ausencia de una tradición academicista en nuestro país fue reemplazada por el valor simbólico que el Salón representa como fuente de supuesta legitimidad, como figura rectora de lo que debería ser el arte y también, por qué no, como un síntoma de los avatares sociales, políticos y estéticos de un determinado tiempo. Quedar seleccionadx en el Salón es para la vista ajena, de algún modo, estar adentro de un sistema y de un recorte pequeñito de un tiempo. Adentro lo que está adentro y afuera lo descartado.
Nicolás Martella trabaja, en muchos de sus proyectos, con la imagen descartada proponiendo nuevas ecologías visuales. Es imposible pensar este Salón de los Rechazados sin tener en cuenta un proyecto anterior de Martella titulado Mis Archivos Recibidos. Durante 2008 el artista recorrió una infinidad de cybers de la ciudad de La Plata con un pendrive en busca de imágenes alojadas en las carpetas “Mis archivos recibidos” y “Mis imágenes”, adonde por defecto iban a parar las fotos enviadas por Messenger, descargadas de las cuentas de correo electrónico o bajadas de internet. Esas fotografías, abandonadas por sus propixs usuarixs, conformaban un archivo transitorio e involuntario de los albores de internet. Un pequeño museo del olvido. Es que, en tiempos en los que las imágenes vuelan a velocidades agigantadas, detenerse en el gesto de recuperar lo perdido, de señalar la imagen desechada y volver público lo desconocido es un modo de desarmar los cánones absolutos, de desviarse de los sistemas que establecen competencias sobre lo mejor y lo peor, y de pensar un modo más amable de hacer comunidad.
En este Salón de los Rechazados, donde las obras han sido, según Martella, doblemente rechazadas (primero por lxs juradxs y luego por sus dueñxs, que no las fueron a buscar), no hay, paradójicamente ─y por decisión y convicción─, ninguna obra rechazada. Son 219 obras. No hay nombres propios ni orden de importancia ni valoraciones estéticas ascendentes ni descendentes. Y también se repiten algunas imágenes en algunas salas, un regalo que nos da la virtualidad. Hay dibujos, pinturas, fotografías, grabados y esculturas de diversos tamaños y formas de presentación. Están todas conviviendo entre sí a partir de núcleos curatoriales que definimos en conjunto con el artista. Si las presentásemos en un museo real, con una colgada analógica, representarían 8 salas gigantes repletas de obras y de relatos para contar.
Están todas porque es un acto de reivindicación de la imagen desechada pero también porque es una forma de mostrar que, más allá de los límites del adentro y del afuera y de la valoración estética, técnica y formal que presuponen los concursos, los grandes núcleos poéticos de la historia del arte argentino son siempre los mismos y que no hay diferencias entre ningún afuera y ningún adentro. Es que en estas obras que ahora presentamos, y que van de 1934 a 2014, aparece reflejada una insistencia sobre ciertos temas. Los paisajes de la biodiversidad geográfica argentina, la educación patriótica, el onirismo y el psicoanálisis, la violencia política y la memoria, los ensayos sobre los cuerpos, las escenas de la vida cotidiana y del trabajo, la pintura ingenua y la abstracción ─poéticas trascendentes para la producción visual nacional─ son los nódulos centrales que pudimos vislumbrar apenas entramos en contacto con el material. Estas obras, dejadas de lado por lxs juradxs y lxs artistas y recuperadas por Nicolás Martella, hoy proponen seguir poniendo en debate qué es y de qué habla el arte argentino desde hace algunas décadas, aun cuando hayan quedado afuera de la historia del Salón.



Joaquín Barrera (1985) es curador.

El Salón de los Rechazados es un proyecto de Nicolás Martella realizado con el apoyo de una Beca Activar Patrimonio, otorgada por la Secretaría de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación.









por Joaquín Barrera
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El Salón de los Rechazados